El
Señorío de Arínzano, situado en el corazón de Navarra, acoge una bodega en la
que el paisaje se impone frente al edificio icónico, una bodega que abraza y no
compite, que respeta su entorno natural y sus preexistencias edificatorias de
siglos pasados. Está formada por una serie de volúmenes sobrios que reúnen
diseño y funcionalidad en su interior, pero es una sobriedad mucho más compleja
de lo que apreciamos en un primer momento.
Vista aérea del valle |
El
elemento icónico lo encontramos en la entrada de la finca con forma de arco, generando
presencia e invitándonos a pasar dentro de un paraje natural privilegiado, un valle adornado con viñas y dividido por el río Ega. Su propiedad asciende a
355 hectáreas de las cuales 160 están dedicadas al cultivo de viñedos.
Pórtico de entrada |
El río, escoltado por altos árboles en sus orillas, difumina las edificaciones y el paisaje vuelve a imponerse; un espacio protegido que constituye un rico hábitat natural y que goza de un microclima que favorece el cultivo de la vid. Arínzano es la primera propiedad del Norte de España que ha recibido el estatus de Pago (máxima categoría que contempla la legislación en materia vitivinícola, superior a la Denominación de Origen Calificada).
Viñas en el camino a la bodega |
Es
en 1998 cuando la familia Chivite adquiere el Señorío y le encarga a
Rafael Moneo el diseño de una bodega que plasmase la filosofía de la propiedad,
integrando paisaje, arquitectura y vino. La bodega, que rodea y enmarca los tres
edificios históricos existentes (la Torre Cabo de Armerías, S. XVI; La
Casona, S. XVIII; y la Iglesia de corte neoclásica, construida a principios del
siglo XIX), tiene unos 9.000 metros cuadrados de extensión. Está realizada con muros
de hormigón abujardado y labrado que soportan cubiertas de madera con acabados de cobre.